La clave es que la luz está formada por muchas ondas con frecuencias distintas, cada una de las cuales es percibida por nuestros ojos como un color diferente. Eso lo podemos comprobar fácilmente con un prisma:
La luz azul es la que tiene una frecuencia mayor, mientras que la roja es la que tiene una frecuencia más baja.
Fijaros que la azul, de mayor frecuencia, es también la que tiene menor longitud de onda (la distancia entre dos 'picos' es más pequeña). Y en el caso de la luz roja, su longitud de onda es la más grande.
A finales del siglo XIX un físico inglés de nombre John William Strutt, tercer barón de Rayleigh, descubrió un fenómeno curioso. Las ondas (luz) que se encuentran con obstáculos (partículas de polvo o gotas de agua) de un tamaño parecido a su longitud de onda, chocan con ellas y rebotan en todas direcciones. Se dice que se esparcen. Eso ocurre precisamente con las ondas de pequeña longitud de onda (las partículas de polvo son pequeñas), o sea, con la luz azul. Esa luz rebotada la vemos en todo el cielo porque se esparce por todas partes. Por eso EL CIELO ES AZUL.
La luz roja, como tiene una longitud de onda grande, no rebota con el polvo, y sigue en línea recta. La única forma de verla es cuando amanece o anochece. Entonces el Sol está en línea con nuestro ojos y la luz azul que esparce la atmósfera entre el Sol y nosotros nos llega mucho menos.
Aquí os dejo también un experimento de laboratorio donde se puede ver perfectamente el efecto. Cuano vi este vídeo por primera vez experimenté un momento 'se enciende la bombilla'.
Esta entrada bebe de muchas otras, pero principalmente de la publicada en las magníficas webs El Tao de la Física y Otherside.
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