Hoy el mar de Aral no es más que la sombra de lo que un día fue; no es más que lo que queda de una de las más grandes extensiones de agua dulce del mundo entero.
Situado en Asia Central (entre Kazajistán y Uzbekistán), fue el cuarto mar interior más grande del globo. Llegó a ocupar una extensión casi tan grande como la de Andalucía. En aquel tiempo era un mar de vida. Se llegaban a pescar 40.000 toneladas de peces al año, y los deltas de los ríos que desembocaban en él eran riquísimos en vida.
Pero todo cambió. La Unión Soviética quiso convertirse en el primer exportador de algodón del mundo. En 1960 construyó un canal de 500 km cuya función era tomar gran parte del caudal de los ríos Amu Daria y Sir Daria (que llevaban su agua hasta el mar). Como consecuencia, en el mar de Aral sólo queda actualmente un 10% del agua que había antes de 1960.
El Aral, además de ser una fuente de alimento y vida, actuaba como regulador del clima. Por ello, su desaparición también ha causado que los inviernos y los veranos lleguen cada vez a temperaturas más extremas.
También tiene consecuencias sobre la salud las personas. La utilización de plaguicidas y fertilizantes en el cultivo del algodón, además de la alta salinidad del agua, suponen un grave peligro para la salud.
Hoy día lo que queda es un paisaje desértico gobernado por abandonados navíos que yacen inmóviles en la superficie de un mar de sombras; barcos que echaron sus anclas al mar de la desesperación en el que han quedado presos por el resto de sus días.
Esta entrada es una pequeña modificación de la publicada en www.hablandodeciencia.com el 8 de abril de 2011.
Un gran aporte amigos.
ResponderEliminarAtte
Prof. Lic. Miguel Núñez