lunes, 21 de mayo de 2012

Enseñar a pensar

El de la foto es sir Ernest Rutherford, presidente de la Royal Society y Nóbel de Química en 1908. Contaba la siguiente anécdota:

Hace algún tiempo me llamó un colega. Iba a ponerle un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste le decía que su respuesta era absolutamente acertada. Profesor y estudiante acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.

La pregunta del examen decía: “demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro”. Un barómetro permite medir la presión atmosférica.

El estudiante había respondido: “Suba con el barómetro a la azotea del edificio y átelo a una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio”.

Realmente había planteado un serio problema. Respondió correcta y completamente. Habría que concederle la máxima nota pero la respuesta no confirmaba que el estudiante supiera la física necesaria para tener un 10.

Le dimos otra oportunidad. En 6 minutos tenía que responder a la misma pregunta y le advirtimos que tenía que demostrar sus conocimientos de física. Pasaron 5 minutos y no había escrito nada aún. Le pregunté si quería dejarlo, pero me contestó que tenía muchas respuestas y no sabía cuál era la mejor para escribirla. Me disculpé por interrumpirle y le dejé seguir.

En el minuto que le quedaba escribió: “Coja el barómetro y déjelo caer al suelo desde la azotea. Con un cronómetro cuente el tiempo que tarda en llegar al suelo. La altura vendrá con la fórmula: Altura = ½ g t2

Mi colega decidió darle la nota más alta y le dejó marcharse. Al salir me encontré con el estudiante y le pedí que me contara las otras respuestas que tenía.

“Bueno”, dijo, “hay muchas maneras. Por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Después se mide la sombra del edificio y con una simple proporción tendremos la altura del edificio”

“Muy bien”, le dije, “¿y de otra manera?”

“Si”, dijo “También puedes atar el barómetro a una cuerda y moverlo desde la azotea como si fuera un péndulo. Midiendo el tiempo de oscilación se puede calcular la longitud de la cuerda, que será igual a la altura del edificio”.

Me contó más posibilidades, todas igual de estrambóticas pero válidas. Entonces le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la presión atmosférica, que se mide con el barómetro, es inversamente proporcional a la altitud). Me dijo que claro que la sabía, pero que durante sus estudios sus profesores le habían enseñado a pensar.

El estudiante se llamaba Niels Bohr, más tarde Nóbel de Física en 1922, conocido por su modelo atómico y por ser uno de los padres de la teoría cuántica.


LE HABÍAN ENSEÑADO A PENSAR.

No hay comentarios:

Publicar un comentario